Aunque
son varias las zarzuelas que he ido comentando, “Los gavilanes”
tiene un componente emocional por encima de las demás. Esta zarzuela
de Jacinto Guerrero fue la primera que escuché. Aún recuerdo ese
cassete con la versión de Antonio Blancas y Ángeles Gulin, dirigida
por Rafael Frühbeck de Burgos con cierto añoranza de esos años, a
comienzos de los noventa. Mi abuelo le gustaba mucho el género chico
y aunque no logró, en su momento, que me cautivara la zarzuela,
supongo que ahora mismo-allá donde esté-, se sentirá contento por
ver a su nieto intentando explicar las zarzuelas con
entusiasmo. Y, en cierto sentido, lamentar alguna que otra
conversación que no se pudo dar porque mi afición por la zarzuela
llegó más tarde, cuando mi abuelo falleció. Quizás, en su día,
fueron algunos prejuicios que, con el paso del tiempo, se han ido
desvaneciendo y me han mostrado algunos aspectos relevantes y
brillantes de la zarzuela. Pero “Los gavilanes” siempre estuvo
ahí(y también, mientras estuvo vivo, llegó a verme escuchar “La
dolorosa”). Va por él este artículo.
En
un pueblo costero y pesquero vuelve Juan a la aldea donde vivió,
sufrió de amores y de la que partió en búsqueda de riqueza. Su
amor por Adriana era casi imposible porque la madre de ella quería
un buen partido para su hija. Tras su regreso, lleno de dinero pero
sin más perspectiva que pasar lo que le queda de vida en su aldea,
quiere ser feliz con su familia y dar provecho para la propia aldea. “Mi
aldea” es la irrupción del barítono que interpreta este rol de
Juan.
Sabía
que su amor, Adriana, se había casado pero ignora que ella se quedó
viuda y con una hija, Rosaura. Mientras que se queda solo en escena,
aparece Gustavo, un joven mozo, que entona una copla de la zona: “Soy
mozo y enamorado, nadie es más rico que yo,no se compra con dinero
la juventud ni el amor” y que será casi, el tema de la zarzuela.
Cuando se encuentran, con todo, hay poca magia y entusiasmo en ambos. Sin
embargo, la aparición de Rosaura le aporta una perspectiva
diferente. También ve que el propio Gustavo abraza a Rosaura.
Comienzan
los festejos en la aldea por la llegada de Juan. Tanto Trinquet,
guardia, como Clarivan, alcalde, quieren colaborar en la fiesta. El
coro que sigue es uno de los más emotivos que hay en la zarzuela.
Sin
embargo, la fiesta no es total porque se empieza a vislumbrar el
capricho de Juan por Rosaura ante el estupor de familiares, amigos.
El indiano quiere casarse con la joven a pesar del amor que siente
ella por Gustavo. Al igual que un rico le arrebató a Adriana, llega
a un acuerdo con la abuela de Rosaura para casarse. En mitad de la
fiesta, Gustavo aparece y le echa en cara sus intenciones mientras
Juan se muestra inflexible en su decisión.
Resignadas
a su destino tanto la madre como la hija, se reúnen. Juan les ha
salvado de la ruina que pesa a su familia...aunque sea para deberle a
él. Adriana le confiesa a su hija que estuvo enamorada de Juan en su
juventud y que, al saber de su regreso, alguna esperanza se removió
hasta que vio el doloroso engaño. Ambas se sienten infelices pero
Adriana intenta que, al menos, Rosaura le dé la felicidad a Juan aunque no
se lo merezca.
Gustavo
intenta rondar la casa de Rosaura e intenta convencerla para huir de
esos lares, escapar del triste destino que la aguarda. Rosaura,
aunque deseosa, se frena cuando la llama su madre. Gustavo, sabiendo
la historia de Adriana, acaba convenciéndola que el destino de
Rosaura, de quedarse en la aldea, es el de una vida sin amor. En ese
instante, aparece Juan. Escarmentado por Trinquet y Clarivan,
pensando en esa cancioncilla que también ronda por la
aldea(“Palomita, palomita, ten cuidado con tu pichón, mira que
rondando el nido están el gavilán traidor”) tras una conversación
con ambos amigos(“Ya no te llama nadie
en la aldea Juan el Indiano. Todos te llaman ahora el Gavilán.
”),
acaba reconociendo que no puede hacer eso a Rosaura y Gustavo.
Pillando por sorpresa a ambos enamorados camino de la fuga, les dice
que no lo hagan, que él la entregará a plena luz del día para que
sea su esposa ante el regocijo de ambos jóvenes y el agradecimiento
de Adriana ante tal gesto honorable.
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